Con los niños a cuesstas

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sábado, 26 de noviembre de 2016

Bosque de Carlac

La segunda excursión que realizamos durante nuestra estancia en la Vall d'Aran consistió en visitar el Bosque de Carlac, un bonito hayedo en el que sus retorcidos troncos centenarios crean un paisaje que ahora en otoño es un auténtico espectáculo. El punto de partida es el pequeño pueblo de Bausén al que se llega desde Vielha por la N-230 dirección Francia. Tras unos cinco kilómetros de carretera en buen estado, pero algo estrecha y empinada, llegamos a la entrada del pueblo donde dejamos el vehículo.


Mapa de la ruta - Ed. Alpina


Distancia: 6.5 km.
Tiempo: 3 horas, con paradas
Tiempo para un adulto: Unas dos horas


Justo a la entrada del pueblo, un poste indicador nos dirige por unas escaleras hacia la parte superior del pueblo, donde las marcas blancas y rojas del GR 211-2 nos desvían hacia la derecha pasando por la iglesia y su cementerio adosado.

Entrada al pueblo

Poste indicador

Subimos por estas escaleras

Giramos a la derecha...

...y pasamos de largo la iglesia del pueblo


El camino pasa por la pequeña ermita de Sant Roc y, en este punto, abandonamos momentáneamente el sendero para dirigirnos hacia unas antenas y visitar un pequeño cementerio con una sola tumba, la tumba de Teresa, y conocer su historia. A principios del siglo XX dos jóvenes enamorados pidieron permiso al capellán del pueblo para casarse, pero como tenían cierto parentesco, no quiso dárselo si no pagaban la 'dispensa' que la iglesia exigía. A pesar de las súplicas de la pareja y ante la negativa del párroco a casarlos, optaron por vivir juntos. La felicidad no duró mucho, ya que a los 33 años Teresa falleció. El párroco se negó a enterrarla en el cementerio que hay al lado de la iglesia, lo que llevó a todo el pueblo a construir otro 'civil' en un rincón apartado y tranquilo. Es aquí donde descansan los restos de esta mujer y donde no faltan las flores sobre su tumba. En este enlace podéis encontrar más información si estáis interesados en esta historia.


Ermita de Sant Roc

Bajamos a visitar la tumba de la Teresa

Nunca faltan las flores en su tumba

Volvemos nuevamente al sendero para continuar nuestra excursión. Éste va rodeando la pared rocosa que queda a nuestra izquierda, mientras a nuestra derecha se abren unas espectaculares vistas hacia Canejan y el Barranc de Toran y el lecho del río Garona. Pronto llegamos a las primeras estribaciones del bosque de Carlac donde las primeras hayas se mezclan con el verde del musgo y los helechos.


La pendiente es muy suave

Canejan

El camino va rodeando toda esta ladera rocosa

Grandes vistas se nos abren a nuestra derecha

Entramos en una zona más sombría

Helechos

Musgo sobre las rocas

Uno de las primeras hayas del bosque

Conforme nos adentramos más en el bosque, comenzamos a encontrarnos más ejemplares de haya. Cruzamos una pasarela de madera y, ahora sí, entramos en la parte más bonita del bosque.


El camino siempre señalizado con las marcas del GR

Encontramos ejemplares más grandes

Otro más

Cruzamos una pasarela sobre el lecho seco de un arroyo

Mirando las hayas que hay ladera arriba


El camino va rodeando la montaña y los bonitos árboles quedan a ambos lados del sendero, ladera arriba y ladera abajo. No es un hayedo como la Fageda d'en Jordà o la de la Grevolosa en el que puedes deambular por todo el bosque, pero eso no le quita ni una pizca de belleza. Entre una vegetación espesa, las hayas crecen formando figuras que parecen sacadas de un cuento de hadas y duendes.


Un primer ejemplar

Otro más

Seguimos cruzando el bosque

Otro maravilloso ejemplar

Aquí varios ejemplares juntos

Una foto con una haya centenaria

El musgo y los troncos crean un paisaje mágico

Aquí se puede observar la pendiente de la ladera


Seguimos nuestro paseo por medio de este bonito bosque. Poco se puede añadir a lo dicho anteriormente. Tan sólo disfrutar del lugar.


Seguimos con nuestra marcha

En algunos puntos el camino se estrecha

No puedo dejar de fotografiarlos

Bonito colorido otoñal


Nos acercamos ahora al Arriu Carlarc, entrando en zona más húmeda y verdosa donde abundan los helechos. El río, que no lleva un cauce muy caudaloso, se supera por una pasarela de madera.


Seguimos con bonitas imágenes del bosque

Los helechos nos avisan de un cambio radical en el paisaje

Bajamos hacia el lecho del Arriu Carlac

Erik sobre la pasarela de madera

Nos encontramos a la mitad de la excursión. Tras salir de esta zona más verdosa y húmeda, iniciamos una empinada subida atravesando nuevamente el hayedo de Carlac. Es la parte más durilla del recorrido, pero tampoco mata. Nos servirá para llevar un ritmo más pausado y disfrutar mejor del paisaje.


Dejamos atrás el lecho del río...

...e iniciamos la subida

Compartimos el camino con más excursionistas

Seguimos encontrando bonitos ejemplares de haya


El camino hace un giro de 180º y mantiene durante un poco más la pendiente. Finalmente, alcanzamos el punto más alto de la ruta (estamos a casi 1200 metros de altura), pasamos junto a un pequeño refugio de piedra y volvemos a cruzar el Arriu Carlac, por otra pasarela de madera.


Giramos y seguimos subiendo

Otro haya de curioso tronco

Una pausa para recuperarnos de la subida

Jan observando curioso el refugio de piedra

Un pequeño claro nos permite divisar las montañas

Cruzando otra vez el Arriu Carlac


Un suave descenso por este precioso hayedo nos conduce hasta una pradera, el Coret de Pan, desde la que divisamos los picos de Aneto y Maladeta. Empezamos a encontrarnos las primeras bordas, que nos indican que nos vamos acercando al pueblo.


Seguimos nuestro descenso por el hayedo

La familia bajo el influjo de los duendes de Carlac

Pasando por la parte final del hayedo

Los helechos secos en esta parte más soleada

Vistas hacia el Aneto

Una borda asoma entre la vegetación



Este tramo abierto es realmente agradable. Las laderas de las montañas que nos rodean están salpicadas con los típicos colores otoñales.


Más bordas

Bajando hacia Bausén

Otra borda

La encontramos cerrada

El pueblo ya a la vista


Un agradable y zigzagueante sendero nos conduce hasta la entrada del pueblo, pasando junto a varias bordas, la mayoría cerradas y alguna en un pésimo estado de conservación.


Seguimos nuestro descenso hasta el pueblo

Pasando junto a otras bordas

Entrando en el pueblo

Refrescándonos en la fuente

Paseando por sus calles

Merece la pena deambular un poco por las empinadas calles de este pueblo, sacado de una auténtica postal aranesa. Merece la pena pararse un rato en el bar del pueblo, la Tauerna Era Pajareta, y tomarse una cervecita.