Con los niños a cuesstas

Con los niños a cuesstas

viernes, 28 de octubre de 2011

Tinas del Flequer

Nuestra siguiente salida matinal nos ha llevado hasta el valle del Flequer para visitar las tinas a pie de viña construidas en piedra seca. El itinerario es uno de los que recomienda la Xarxa de Parcs Naturals para conocer parte del patrimonio arquitectonico que encierran los Parques Naturales de Cataluña. A lo largo de los siglos XVIII y XIX aumentaron de forma considerable las plantaciones dedicadas al cultivo de la uva, debido a la gran demanda de vino y aguardiente por parte de Europa y América, ya que la filoxera (insecto parásito que ataca la vid) estaba haciendo estragos especialmente en Francia. Con el considerable aumento del precio de la uva, los pageses aprovecharon hasta los terrenos más abruptos para cultivarla. A fin de evitar que la uva se estropeara con el transporte hasta las masías, surgieron estas contrucciones a pie de los cultivos. Así que, con el fin de conocerlas, nos calzamos las botas y por la autopista de Manresa nos dirigimos a la localidad del Pont de Vilomara. Una vez allí, en la rotonda, tomamos dirección Rocafort y hacia el kilómetro 4,2 encontraremos un pequeño desvío que nos conducirá a un aparcamiento, no muy grande, donde podremos dejar el coche.

Mapa de la ruta


Toda la ruta está perfectamente señalizada con las marcas verdes y blancas del SL-C 52. Dejamos el coche y subimos por la pista asfaltada hasta que, más o menos a la altura de la entrada de la cantera, se convierte en tierra. Al otro lado del torrente (totalmente seco) aparecen las primeras construcciones de piedra seca, envueltas entre la maleza y los pinos. Viendo el paisaje, cuesta imaginarse como era este lugar hace 200 años, cuando todo lo que nos rodea eran viñas.


Señales que encontraremos durante la excursión

Salimos del parking y tomamos la pista en ligero ascenso

Aparecen las primeras construccioens entre los pinos

Cruzamos el torrente y pronto el sendero se bifurca, tomando el camino de la derecha que nos conducirá hasta el primer grupo de tinas conocido como las Tines del Bleda.


Bajamos por el sendero hasta las primeras tinas

Entre los pinos aparecen las Tines del Bleda

Las tinas del Bleda son un conjunto formado por dos tinas y una barraca en la parte inferior, utilizada como refugio y almacén para las herramientas. Todo el conjunto, como los que visitaremos posteriormente, son construcciones de piedra seca. En las tinas, se pisaba la uva y el caldo caía al depósito inferior, donde fermentaba y se elaboraba el vino.

Conjunto de las tinas del Bleda

Jan mirando donde pisaban la uva y el depósito donde caía el caldo

Bajando las escaleras se llega a la barraca


Las tinas se construían arrinconadas a los márgenes para aprovechar el desnivel. Son construcciones de piedra circulares, recubiertas en su interior por baldosas para hacerlas impermeables.El techo estaba coronado por una falsa cúpula para protegerlas de la lluvia. En la parte superior podemos ver una piedra que era la base de la prensa de madera que se utilizaba para obtener el vino y llenar las tinas.

Dentro de la barraca

Detalle del techo en forma de cúpula

Parte trasera de las tinas

Base de piedra para la prensa

Dejamos las tinas del Bleda y continuamos descendiendo por el caminito en busca del lecho del torrente. Pronto nos cruzamos con una barraca de piedra seca en el margen del sendero. Merece la pena admirar el tipo de construcción tan característico de esta zona del Bages. Cruzamos el torrente (sin agua) y en la subida nos desviamos hacia la izquierda, abandonando el camino principal, para visitar el segundo grupo de tinas: las Tines del Tosques.

Barraca junto al camino

Detalle del interior con una pequeña ventana de ventilación

Bajamos hacia el lecho del torrente

Tines del Tosques

Es un conjunto de cuatro tinas con sus correspondientes barracas. Uno de los elementos más llamativos de este grupo son las piedras agujereadas que encontramos en el interior de la barraca que servían como desagüe de la tina. Señalar también que estaban construidas junto al lecho del río. Ésto era muy útil, pues facilitaba la limpieza de la tina para evitar que el vino se echara a perder.


Entrada a una de las barracas

Parte trasera de las tinas


Se pueden ver las baldosas que recubrían las paredes del depósito

Jan con su madre observando las tinas

Regresamos hasta el desvío y seguimos subiendo por un sendero que cada vez se estrecha más,  rodeados de una abundante maleza y pinos. Pasaremos junto a un depósito donde los payeses preparaban el "brou bordelès", una mezcla de sulfato de cobre y cal diluído en agua y que se utilizaba como pesticida para fumigar las viñas y prevenir diversas enfermedades de la vid. El sendero ahora desciende ligeramente por unas escaleras de piedra, lo que significa que nos acercamos a un nuevo grupo de tinas: las Tines de l'Escudelleta.


Volvemos al sendero principal

El camino se estrecha poco a poco

Llegamos al depósito

Depósito donde se elaboraba el pesticida

Escaleras de piedra que nos conducen hacia las tinas

Divisamos ya las Tines de l'Escudelleta

Las Tines de l'Escudelleta es un conjunto de once tinas dividido en dos grupos de cuatro y siete respectivamente, con sus correspondientes barracas. Levantadas junto al lecho del torrente, debieron contemplar una actividad frenética en época de vendimia. Hay restos de lo que debió ser un pequeño corral para guardar a los animales.


Nos acercamos a las tinas

Tines de l'Escudelleta

Jan iluminando con el frontal el interior de una tina
  
Bajamos hacia las barracas


Por unas escaleras descendemos hasta el lecho del torrente del Flequer, hoy seco, pero que en su momento debió llevar bastante agua por la erosión que se observa en las piedras. Volvemos a subir y continuamos por el sendero que un poco más adelante desemboca en la pista que nos llevará de regreso al parking por el otro lado del torrente.

Barraca junto a la tina

Bajamos al lecho del torrente

Mucha agua tuvo que llevar en su momento

Llegados a la pista principal, bajamos un poco más para visitar el último grupo de tinas, conocido como las Tines del Ricard, un bonito conjunto todavía en estado de restauración. Son siete tinas como las que hemos visitado hasta ahora, con sus barracas.

Subimos por el sendeero a buscar la pista

Tines del Ricard

Detalle posterior de las tinas

Erik mirando dentro de una tina

Una de las barracas de este conjunto

Tomamos la pista de regreso hasta el coche. Nos fijamos en el margen izquierdo, desde donde observaremos los conjuntos de l'Escudelleta y, un poco más adelante, las del Tosques. También pasaremos junto a una barraca que hay al lado de la pista. Total, tres horas de excursión con sus correspondientes paradas, una mañana bien aprovechada.


Tines de l'Escudelleta

Barraca junto a la pista

Tines del Tosques

Entrada a una barraca tapada por la vegetación



viernes, 21 de octubre de 2011

Castell de Popa

Acabadas las vacaciones, hemos iniciado una serie de salidas matinales cerca de casa. La primera de ellas, nos ha llevado hasta el pueblecito de Castellcir, en pleno  Moianès, para visitar su famoso castillo, conocido como Castell de Popa por la forma que tiene la roca que lo soporta. Es una excursión muy sencilla, que transcurre mayoritariamente por pista y que en unas tres horitas puede realizarse con tranquilidad. Su cercanía a Barcelona permite volver a casa a comer, o bien, si lo deseamos, comer en algún restaurante de Castellterçol. Para llegar a Castellcir hay que coger la C-59, pasando Caldes de Montbuí y Sant Feliu de Codines. Cuando llegamos a Castellterçol, tomamos el desvío a la derecha que nos conduce hacia Castellcir por la BV-1310. Una vez en el pueblo, seguimos la calle principal (Carrer Major) y dejamos el coche junto al punto de información que hay en la rotonda, frente al colegio.

Mapa de la ruta - Editorial Alpina

La mañana es bastante fresca. El termómetro del coche me marca 10º, así que nos abrigamos un poco y comenzamos a andar, tiempo habrá de quitarnos capas de ropa. Junto al punto de información sale una pista en ligera bajada (hay un poste marcando varias direcciones) que atraviesa diversas zonas catalogadas como "reserva de trufas", según los carteles que vemos colocados en algunos árboles. La riera queda a nuestra derecha y no debemos desviarnos del camino principal en las dos primeras bifurcaciones que encontraremos, tomando siempre el camino de la derecha.


Tomamos el camino junto al punto de información

Bajando encontramos este indicador, vamos por el buen camino

La pista es ancha y cómoda en ligera bajada

Cuando llevemos 1,7 kilómetros recorridos, encontraremos una bifurcación en la que tomaremos el sendero de la izquierda. Por la derecha marcharíamos hasta la ermita de Sant Andreu de Castellcir, que puede visitarse a la vuelta si los niños no van muy cansados. Seguimos por la izquierda en dirección a la masía de Ca l'Antoja y veremos que el camino se vuelve a bifurcar. Tomamos el sendero de la izquierda, el de la derecha es el camino privado de la masía y no debemos pasar por él. De hecho, los dos vuelven a unirse unos cientos de metros más adelante. 

Llegamos a Ca l'Antoja y seguimos  por la izquierda

Ca l'Antoja

Seguimos la pista y pronto vuelve a bifurcarse. Tomamos el camino de la derecha y pasamos una barrera metálica para evitar que escape el ganado. A partir de este momento hay que vigilar con los niños. Encontraremos ganado pastando y puede que incluso alguna vaca esté en el camino. Algo más adelante, a nuestra izquierda,  llegamos a una explanada  pedregosa donde, efectivamente, encontramos algunas reses pastando. Como debemos pasar por aquí para buscar el sendero que sube al castillo, hacemos un pequeño rodeo para evitar  molestarlas.  De hecho, hay algún toro que nos nos mira con buenos ojos. Tras evitar al ganado, salimos a la parte superior de la explanada, donde siguiendo los hitos de piedras encontramos el sendero, bastante evidente, de subida.

Superamos la barrera metálica

Reses pastando

Subimos la ladera siguiendo los hitos de piedras

Dejamos atrás a las vacas sin molestarlas

Enfilamos el camino de subida, primero por una canal pedregosa y posteriormente por un sendero que atraviesa un bosque de encinas. Veinte minutos después llegamos a los restos de unas escaleras de piedra que llevan a la base del castillo. Aquí encontramos a la izquierda las escaleras que conducen al interior, pero nosotros decidimos primero bordear toda la roca sobre la que se asienta el edificio y descubrir el porqué de su nombre.

Comenzamos a ascender por un caminito  estrecho...

... para entrar luego en pleno bosque de encinas

Llegamos a la base del castillo

Giramos a la derecha para bordear toda la roca

Comenzamos a rodear la roca que soporta el castillo, y poco a poco descubrimos como su base se ha erosionado, dándole esa forma tan característica que le ha dado fama. Las paredes del castillo cuelgan sobre la roca, mostrando un engañoso aspecto de fragilidad. Bordeamos toda la roca y llegamos a la explanada desde donde por fin vemos la silueta que asemeja la popa de un  barco.


Las paredes del castillo cuelgan sobre el borde de la roca

La base, cada vez más estrecha por la erosión

Erik, bajo la roca del castillo

En la explanada

La imagen de un pétreo barco fantasma se nos hace evidente cuando lo contemplamos desde la explanada. Desde aquí sale un sendero que te conduce hacia el interior de la Sauva Negra, un hayedo que en otoño no tiene nada que envidiar a la célebre Fageda d'en Jordà. Terminamos de rodear la roca y nos encaminamos por sus escaleras para acceder al interior del recinto.


Foto de familia

Castell de Popa

Seguimos rodeando la roca

Subiendo por las escaleras

La escalera acaba en un portal de estilo románico, con una bóveda de cañón o medio  punto. A partir de aquí paseamos por todas las estancias del castillo, hoy muy deterioradas, para hacernos una idea de cómo pudo ser en sus mejores tiempos. El castillo de Castellcir data del siglo X (se le menciona ya en el año 923) y pertenecía  a la familia del mismo  nombre, bastante belicosa por cierto. En el año 1294 el rey Jaime II asedió la fortaleza y la tomó a Gelabert de Castellcir


Entrada al castillo

Torre principal

El camino nos conduce a un extremo del castillo

Nos encaminamos hacia la ermita entre las ruinas

El castillo estuvo habitado hasta entrado el siglo XX. De hecho existen fotografías de esa época, hacia 1920, en que todavía se aprecia un buen estado de conservación. Hacia el extremo oriental del castillo, se encuentran los restos de la ermita de Sant Martí. Otro detalle a destacar es la cisterna que hay al otro extremo, utilizada para recoger agua de lluvia y hoy convertida en un enorme cubo de la basura. En fin, no todos los visitantes demuestran el mismo respeto hacia los vestigios de nuestra historia.


Restos de la ermita de Sant Martí

Al fondo se divisa  Montserrat

Cruzamos al otro extremo del castillo

Solo quedan en pie pequeños muros de piedra

Tras pasar un buen rato en el castillo, bajamos sus escaleras y regresamos a Castellcir por el mismo camino, vigilando de no molestar al ganado que pasta en la explanada. Si los niños son más grandes y se conoce la zona, se puede visitar la Sauva Negra. Conforme avanza el otoño, es un espectáculo de colores digno de ser visitado.



Hacia la salida

Bajamos las escaleras y vuelta al coche